La prostitución en la Biblia

Cultura antigua
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Es de todos conocida esa frase que asegura que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo. Obviamente, una exageración desde el punto de vista histórico, pero no tanto, si nos ceñimos a los documentos y pruebas encontradas. Es cierto que habría otros oficios anteriores al del sexo de pago, pero también lo es que este oficio ha acompañado al ser humano desde hace milenios. De hecho, seguramente ya existiera incluso antes de aquel punto de inflexión que supuso el sedentarismo de las primeras tribus en ciertos lugares. Las prostitutas trabajaban, de hecho, en los caminos, así que era habitual encontrarlas al paso de los viajeros. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, aunque la mayoría de burdeles y prostíbulos siguen estando en las carreteras y en los caminos, a las afueras de los pueblos. Esto nos habla del sentido estratégico de la ubicación de estos negocios, pero también del afán marginador de la propia sociedad con la prostitución.

Se aleja este oficio de las ciudades y de los pueblos, sacando a las chicas de la “vista” de la mayoría, como si así se resolviese el posible problema que hubiera. La marginación ha acompañado al oficio casi desde su propia concepción, considerado en muchas ocasiones como un “mal necesario”. Las prostitutas se han visto obligadas, durante siglos, a ejercer como tales para poder sobrevivir. Las circunstancias que las han llevado a ello son de todo tipo: sociales, económicas, estructurales… Ser mujer no ha sido nunca fácil, y mucho menos tener una idea liberal del sexo y la pasión. Es un debate que todavía a día de hoy se sigue dando, a pesar de que hemos avanzando enormemente en numerosas cuestiones de este tipo. El principal problema es que el debate suele venir marcado por la moralidad, el sesgo que la religión ha logrado imponer en estos últimos siglos sobre el sexo. El placer es pecado, y por ello, las prostitutas siempre han estado mal vistas. Esto tiene que ver con casi cualquier tipo de dogma religioso, no solo el cristiano, pero como es el que nos atañe, nos vamos a centrar en él para explicar cómo aparece la prostitución ya en las Sagradas Escrituras.

Un término algo dudoso

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La Biblia es el libro sagrado del cristianismo, especialmente en su rama, y está compuesto por dos grandes volúmenes diferenciados: Antiguo y Nuevo Testamento. Las traducciones que nos han llegado de estos textos originales, especialmente los del Antiguo Testamento, que son lejanas, suelen ser ambiguas. A día de hoy resulta muy complejo tratar de traducir con exactitud algunos términos que seguramente serían utilizados exclusivamente en aquella época y en aquellos lugares. Y el de “prostituta” es uno de ellos, ya que cada vez que lo encontramos aparece con la raíz zhn, que se utilizaba para cualquier tipo de relación fuera del matrimonio. Las traducciones han destacado como prostitutas a mujeres que tal vez solo eran adúlteras. Aquello, sin embargo, tampoco es tan diferente a nivel moral en la época.

La historia de Tamar

No hay que irse muy lejos para encontrar la primera historia sobre una supuesta prostituta en la Biblia, aunque en el caso de Tamar, esto tiene truco. En el libro del Génesis, el primero del Antiguo Testamento, se nos cuenta la historia de una joven llamada Tamar, que se traduciría como “palmera”. La chica se desposó con Er, uno de los hijos de Judá, y a la vez, nieto de Jacob. El matrimonio, sin embargo, no fue demasiado fructífero, y el esposo murió sin darle descendencia a su pareja. Tamar se desposó entonces con su cuñado, Onán, el segundo de los tres hermanos, según las leyes de la época. Onán sabía que si tuviera hijos con ella no serían suyos del todo, así que prefirió no consumar su relación.

Aquello también le llevó a la muerte, dejando a Tamar doblemente viuda, y permaneciendo esta en casa de su nuero Judá hasta que el tercer hijo, Selá, fuera mayor para desposarla. Temiendo que Judá no cumpliera con su promesa, Tamar se disfrazó de prostituta y sin ser reconocida, mantuvo relaciones sexuales con Judá. De esa manera quedó embarazada de él, conservando además su bastón como prenda por no poder pagarlo el hombre por sus servicios. Al descubrirse el embarazo de Tamar, Judá quiso ajusticiarla por haber mantenido relaciones fuera del matrimonio. Sin embargo, gracias al bastón, ella probó que había sido su propio nuero quien la había dejado encinta. Así, Judá decidió perdonarla y la joven tuvo a dos gemeles, Farés y Zara.

La prostituta de Babilonia

La prostituta de Babilonia es un personaje bíblico que aparece en el libro del Apocalipsis, el último de los incluidos en el Evangelio de San Juan. Es una alegoría, ya que no representa a ninguna persona, sino más bien a un concepto, el de “ciudad caída en desgracia”. Algunos expertos también afirman que el termino puede hacer referencia incluso a imperios o civilizaciones enteras, como la cultura judaica o el poderoso Imperio Romano. Babilonia era representada como una prostituta por su imagen de ciudad donde el pecado campaba a sus años. Era una ciudad alejada de los preceptos de Dios y conectada directamente con los reinos del Anticristo. De ahí que su aparición tenga lugar en el libro del Apocalipsis.

¿Qué hay de María Magdalena?

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Muchos se preguntarán por qué no hemos hablado en este artículo sobre María de Magdala, cuando es seguramente la prostituta más popular de todas. Sin embargo, hay que advertir que la imagen que nos ha llegado de María Magdalena está totalmente distorsionada y tergiversada por culpa de un sector radical de la Iglesia. Hace unos siglos, en su ataque contra toda la feminidad, ciertos papas comenzaron el bulo de que María, la mujer que seguía a Jesús como sus apóstoles, era en realidad una trabajadora sexual. Todo por tal de no concederle un sitio de importancia en la historia del predicamento de Cristo. María Magdalena fue seguidora de Jesús, estuvo en la crucifixión y por si fuera poco, fue la primera persona en ver a Cristo Resucitado.

En ningún momento se la nombra como prostituta o se deja caer que pueda serlo. La mujer simplemente tuvo una vida complicada, algo que Jesús perdona como hizo con tantos otros discípulos. Es siglos después cuando la Iglesia Católica decide cargar las tintas contra esa seguidora solo por ser mujer. No se podía hacer algo así  con la Virgen María porque era la madre de Cristo al fin y al cabo, pero María de Magdala era una simple mujer más, con una reputación fácilmente maleable. Y es así como un personaje tan querido como parecía serlo por Cristo terminó convertida en una “vergüenza” según la propia Iglesia. De hecho, si nos ceñimos a los textos, la propia Tamar, protagonista de la primera historia, estaba emparentada con el linaje Sagrado. Y ni siquiera el hacerse pasar por prostituta para poder engendrar a su descendencia le hizo ser señalada por los demás.

Publicado el 19 enero, 2022 por Eduardo